Proviene del latín humilis, que denotaba conceptos como 'bajo', 'de corta estatura', 'rastrero', 'que tiene sentimientos bajos', 'descorazonado', 'mezquino'.
Con el advenimiento del cristianismo, la humildad empezó a ser apreciada como virtud moral —una categoría ligeramente inferior a las virtudes teologales y cardinales del cristianismo— y adquirió una connotación más positiva de la que había tenido para los romanos.
Con el advenimiento del cristianismo, la humildad empezó a ser apreciada como virtud moral —una categoría ligeramente inferior a las virtudes teologales y cardinales del cristianismo— y adquirió una connotación más positiva de la que había tenido para los romanos.
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