"Aperturar" es un infinitivo derivado del
sustantivo "apertura". Este, a su vez, deriva de su equivalente latino
"apertura", proveniente del verbo "aperire". "Apertura" entra del Latín
al Castellano, como una expresión culta, hacia 1800. Mucho antes,
desde el siglo XIII, se usaba sólo "abertura", que significa lo mismo,
por lo que el cultismo "apertura" en cierto modo entró al Castellano
como un intruso, que pretendía desplazar al castizo "abertura".
Afortunadamente ambos lograron coexistir, y el uso estableció entre
ellos, aun siendo sinónimos, una cierta diferencia semántica. La
intuición nos dice cuándo utilizar uno u otro.
¿Quién y porqué importó del Latín ese "apertura", que
originalmente debió de parecer impertinente? Difícil saberlo.
"Aperturar" es un derivado perfecto y natural de
"apertura", formado con estricto apego a las normas de derivación de
nuestro idioma. Es, pues, una derivación legítima. Entonces, ¿por qué
condenarlo? ¿Simplemente porque no nos guste? En materia de lenguaje
las cosas no son tan simples. En el Diccionario panhispánico de dudas
se dice de "aperturar" que "Su uso no está justificado y debe
evitarse", lo cual es enteramente válido.
Sin embargo, su uso, a partir de la jerga bancaria,
donde se comenzó a emplear, se ha ido extendiendo en forma arrolladora,
y va a ser muy difícil, si no imposible, desarraigarlo. Sobre todo
porque es uno de esos fenómenos lingüísticos –errores, rarezas,
alteraciones del habla, incumplimiento de normas...– más propios de
gente culta, de alto nivel escolar, que de gente inculta o ignorante,
lo cual los hace prestigiosos e imitables.
Hay que tomar en cuenta también que "apertura" es un
sustantivo irregular, pues lo regular y lógico hubiese sido que de
"abrir" derivase "abrida" (como "partida" deriva de "partir", el verbo
paradigmático de la tercera conjugación), o quizás "abridura", lo cual
hubiese hecho prácticamente imposible la formación del infinitivo
"aperturar". Pero al no haber sido así, la existencia del sustantivo
"apertura" hacía de hecho inevitable y natural que se formase ese
"aperturar" que a tanta gente mortifica.
En todo caso, ante hechos como ese, muestras del
extraordinario dinamismo de la lengua, queda el recurso arriba
mencionado: no usar aquellas palabras y demás expresiones que no nos
gusten. En Castellano siempre hay muchas formas válidas de decir lo
mismo.
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