Hoy un poco olvidado. Pero
sí está en el DRAE, 22ª edición (2001), si bien su
definición es muy deficiente. Dice, en efecto, marcado como
venezolanismo: “Dicho de una persona: Que acostumbra comer
entre comidas. || 2. Tacaño o avaro en las cosas pequeñas o
en pequeña cantidad”. Aparte de lo impreciso de la 2ª
acepción, toda la definición es muy pobre, y no refleja la
gran riqueza semántica con que este adjetivo es usado en
nuestro país.
Mucho más preciso es el Diccionario de venezolanismos (Tejera et al): “1. Se dice de quien acostumbra comer entre comidas, registrando en busca de sobras de la comida anterior. Goloso. 2. Tacaño o avaro en las cosas pequeñas o en las pequeñas cantidades. 3. Pobre, maltrecho. 4. fig. Canalla, pobre de espíritu. 5. fig. Zul. Entrometido. 6. fig. Zul. Se aplica a la persona que pretende sacar provecho material, aunque sea escaso, de todas las situaciones. Logrero”.
Aún más completo es el Diccionario del habla actual de Venezuela (F. J. Pérez y R. Núñez): 1. Persona de escasos recursos económicos y generalmente de poca cultura. 2. Persona que actúa servilmente o halaga a alguien con el fin de conseguir algún beneficio. 3. Persona o cosa que no se considera importante. 4. Persona que continua e insistentemente pide, busca y aprovecha todos los beneficios, especialmente materiales, que pueda obtener de quienes se encuentren cerca. 5. Persona o animal que come o lame los restos de alimentos dejados por otros. 6. Persona que come con avidez. 7. Andes. Persona que come excesivamente”. Todas estas acepciones llevan la marca de coloquial y despectivo, y, en general, puede decirse que en Venezuela el “lambucio” es un ser despreciable.
A juzgar por estas definiciones, es inexplicable que “lambucio” se use poco, puesto que hoy como nunca abundan los hombres y mujeres a los que caben exactamente todos estos calificativos. Es, pues, otra de las viejas palabras que debemos reivindicar y desempolvar.
“Lambucio” viene de “lamber”, que es una forma popular e inculta de pronunciar el verbo “lamer”, definido como “Pasar la lengua por la superficie de algo” (DRAE).
Mucho más preciso es el Diccionario de venezolanismos (Tejera et al): “1. Se dice de quien acostumbra comer entre comidas, registrando en busca de sobras de la comida anterior. Goloso. 2. Tacaño o avaro en las cosas pequeñas o en las pequeñas cantidades. 3. Pobre, maltrecho. 4. fig. Canalla, pobre de espíritu. 5. fig. Zul. Entrometido. 6. fig. Zul. Se aplica a la persona que pretende sacar provecho material, aunque sea escaso, de todas las situaciones. Logrero”.
Aún más completo es el Diccionario del habla actual de Venezuela (F. J. Pérez y R. Núñez): 1. Persona de escasos recursos económicos y generalmente de poca cultura. 2. Persona que actúa servilmente o halaga a alguien con el fin de conseguir algún beneficio. 3. Persona o cosa que no se considera importante. 4. Persona que continua e insistentemente pide, busca y aprovecha todos los beneficios, especialmente materiales, que pueda obtener de quienes se encuentren cerca. 5. Persona o animal que come o lame los restos de alimentos dejados por otros. 6. Persona que come con avidez. 7. Andes. Persona que come excesivamente”. Todas estas acepciones llevan la marca de coloquial y despectivo, y, en general, puede decirse que en Venezuela el “lambucio” es un ser despreciable.
A juzgar por estas definiciones, es inexplicable que “lambucio” se use poco, puesto que hoy como nunca abundan los hombres y mujeres a los que caben exactamente todos estos calificativos. Es, pues, otra de las viejas palabras que debemos reivindicar y desempolvar.
“Lambucio” viene de “lamber”, que es una forma popular e inculta de pronunciar el verbo “lamer”, definido como “Pasar la lengua por la superficie de algo” (DRAE).
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