lunes, 5 de noviembre de 2012

El oxímoron

Entre las figuras retóricas del tipo de las figuras de construcción  también destaca el oxímoron, menos frecuente en el habla común, pero igualmente importante. A veces lo empleamos sin saberlo, como en los demás casos, aunque es más elaborado, pero de todos modos suele usarse de manera inconsciente. Consiste en una antítesis en que se emplean dos palabras o frases de significados opuestos, dando vida así a una nueva expresión, que de hecho integra las otras dos, pero tiene un significado diferente. Como cuando decimos, por ejemplo, agridulce, claroscuro, música callada, soledad sonora, estruendoso silencio, difícil facilidad... En el trasfondo de estas expresiones hay,  sin duda, un valor metafórico.

Son expresiones que se emplean en el lenguaje común, aunque dentro de un contexto de cierto nivel culto; pero el oxímoron se usa más frecuentemente en el lenguaje literario. La ardiente paciencia es el título de una novela del chileno Antonio Skármeta, en el que se contrapone la sensación de ardor, a la idea sosegada de la paciencia. Don Pedro Calderón de la Barca, uno de los más  eminentes poetas y dramaturgos españoles, de la época barroca, en su obra de teatro más importante, La vida es sueño, emplea varias  veces el oxímoron. Por ejemplo, en el monólogo de Segismundo, al comienzo de la obra, dice el prisionero: ³Inmóvil bulto soy de fuego y hielo². Y también: ³Una prisión oscura / que es de un vivo cadáver sepultura². En el primer ejemplo se emplean los términos contrapuestos fuego y hielo, y en el otro los vocablos vivo y cadáver. En ambos casos la contraposición semántica da origen a una tercera idea, muy bien definida: la imagen de un prisionero que se queja de su desgracia, y que oscila entre la indignación (fuego) y la frialdad de la impotencia (hielo), y siente que es un cadáver, pero sigue vivo.

Un venezolano que usó mucho el oxímoron, a veces  combinado con otras figuras retóricas, fue Alfredo Arvelo Larriva, el mayor de nuestros poetas modernistas. Veamos una muestra: ³Con el herido corazón vendado / por ti, me desespero de esperanza². ³Y tras los lentes claros, las pupilas oscurasŠ². ³¹¡Canta! Sobre la lira es impotente / la injusticia brutal de la justicia². ³Noche de carnaval. Cuerda locura / se desbordaba en olas de alegría². ³¡Oh ruso rudo y fuerte, suerte de anciana encina / que aun reverdece bajo los copos del invierno². ³Y bajé la calle por tornar a verlos, / y torné a subirla por afán de ver².

También en la prosa literaria se usa el oxímoron. Alejo Carpentier, en un pasaje de su novela El siglo de las Luces dice: ³Šel adolescente miraba la ciudad, extrañamente parecida, a esta hora de reverberaciones y sombras largas, a un gigantesco lampadario barrocoŠ²; aquí se contraponen reverberaciones y sombras largas. También: ³Šun crepúsculo que pronto incendiaría el cielo durante unos minutos, antes de disolverse en una noche repentinaŠ², donde contrastan  la idea de incendiar el cielo y la imagen de la noche repentina. Más adelante describe un personaje agobiado por un ataque de asma, y dice que ³exhalaba un silbido sordo², contraponiendo el sonido agudo de un silbido a un sonido bajo. A renglón seguido habla de sus ojos, ³ausentes a pesar de su fijeza², enlazando dos ideas igualmente contrapuestas: la ausencia metafórica de los ojos y la fijeza de su  mirada.

Como se ve, el oxímoron es una figura retórica de gran fuerza  expresiva.

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