lunes, 16 de abril de 2012

Origen de la palabra "geografía"

Las palabras que empiezan con geo- provienen, en última instancia, de la raíz prehistórica indoeuropea ge- 'tierra', que dio lugar en griego a Gaya o Gea, la Madre Tierra, hija de Caos, en la mitología olímpica. 

En homenaje a la diosa, su nombre se ha convertido en varias lenguas en prefijo para denominar las ciencias que estudian el planeta. 

Así, geografía se formó con el nombre de Gea y el elemento compositivo -grafía, que significa «descripción», pues esa disciplina se aboca a la «descripción de la Tierra». Análogamente, mediante el uso de gea y el elemento compositivo -logía 'tratado', 'estudio' o 'ciencia', se forma el nombre de la geología. 

El nombre de la antigua divinidad helénica, madre de Urano, está presente en otras palabras de nuestra lengua y de muchas otras, tales como 'geodesia', derivada de la voz griega geodaisía, formada por el nombre Gaya y el vocablo griego daieim 'partir', 'dividir', que da nombre a la ciencia que determina la forma y magnitud del globo terrestre. 

La geometría fue, originalmente, la ciencia que se dedicaba a medir la Tierra y partes de ella, aunque actualmente es «el estudio de las propiedades de las figuras en el plano y en el espacio». 

En astronomía, apogeo es el punto de la órbita de la Tierra más alejado del Sol, del griego apógeios 'que viene de la Tierra', formado con el prefijo apo-, que indica alejamiento. En sentido figurado, se utiliza hoy como «punto culminante de un proceso». 'Perigeo', del griego perigeios, es «el punto más próximo a la Tierra de la órbita de un astro o un satélite artificial».

Origen de la palabra "moneda"

Pieza de metal, generalmente en forma de disco, acuñada con los distintivos elegidos por la autoridad emisora para acreditar su legitimidad y valor. También, por extensión, billete o papel de curso legal. 

El término proviene del nombre del lugar donde se acuñaba moneda en Roma: una casa situada al lado del templo de la diosa Juno Moneta, bajo cuya protección estaba. El escritor latino Livio Andrónico le dio a la diosa este sobrenombre, Moneta, después de que los gansos que vivían alrededor del templo, en el monte Capitolio, advirtieran con sus graznidos a los romanos de un ataque de los galos. 'Avisar', en latín, es monere (de donde provienen 'admonición' y 'monitor') y por eso, la diosa, a la que se atribuyó el aviso de los gansos, fue llamada desde entonces Juno Moneta. Como su templo estaba al lado del lugar donde se fundían los denarios (de ahí, dinero), las monedas tomaron ese nombre.

Origen de la palabra "narcisismo"

Narciso era un joven de extraordinaria belleza, pero que desdeñaba el amor. Cuando nació, sus padres consultaron al viejo adivino Tiresias, quien les dijo que el niño llegaría a viejo si evitaba mirarse a sí mismo. Durante su adolescencia, Narciso despertó intensas pasiones en incontables ninfas y jóvenes de su edad, pero jamás se interesó por ninguna de ellas. Hasta que un día la ninfa Eco se enamoró perdidamente de él y, desesperada ante la indiferencia del amado, se refugió en la soledad y adelgazó hasta quedar convertida en una roca fría, que sigue repitiendo hasta hoy las voces que oye a su alrededor. 

La diosa Némesis, dispuesta a vengar a Eco, un día de mucho calor, hizo que Narciso se inclinase a beber sobre una fuente. Cuando el joven vio su rostro tan hermoso, se apasionó de inmediato por él e introdujo su cabeza dentro del agua, con lo que murió ahogado en pocos minutos. Al pie del manantial, nació una flor que los griegos llamaron nárkissos, y que llegó hasta nosotros como 'narciso', a través del latín narcissus.
 
El psicoanálisis retomó la leyenda de Narciso para explicar el proceso psíquico por el cual algunas personas son incapaces de amar a otro y solo se aman a sí mismas, lo que a veces —según los psicoanalistas— desemboca en el amor a personas del mismo sexo. Sigmund Freud, en su obra Introducción del narcisismo (1914), lo define como "el estancamiento de toda la energía de la libido en el yo". La palabra se usó primero en alemán como Narzissmus (y no Narzissismus), traducida al inglés primero como Narcissus-like, luego como narcismus y, finalmente, con el término actual narcissism, que llegó al español como 'narcisismo', registrado por primera vez en la edición del DRAE de 1936.

lunes, 2 de abril de 2012

Origen de la palabra "volumen"

Cualquier texto está normalmente escrito sobre una superficie plana, de dos dimensiones, a menos que queramos tomar en consideración el hecho de que el papel sobre el cual escribimos tiene en realidad tres dimensiones, por más que una de ellas, el espesor, sea muy diminuta.

Los romanos también escribían sus textos sobre las superficies planas de sus papiros, pero luego estos se enrollaban, dando lugar a un cuerpo que era más perceptiblemente tridimensional. El acto de enrollar y el de envolver se expresan en latín mediante el verbo uoluere o volvere, que dio lugar al nombre común volumen, el cual se aplicaba a cualquier objeto enrollado o también a un montón de objetos planos apilados. Vinclurum inmensa volumina escribía Virgilio para referirse a un 'montón enorme de correas enrolladas', mientras que Cicerón empleaba Volumen epistolarum para referirse a un 'montón de cartas' apiladas.

Con el advenimiento del pergamino, hacia el siglo II d. C., y la llegada a Europa del papel procedente de China (s. X), así como la invención de la imprenta (s. XV), los editores adoptaron el procedimiento de plegar las hojas en lugar de enrollarlas, superponiéndolas hasta formar un volumen de tres dimensiones, un procedimiento que se sigue empleando en los libros modernos, aunque estos vienen perdiendo terreno rápidamente ante el empuje del libro electrónico.

Ya entre los romanos, volumen tenía también el significado de 'libro' u 'obra escrita', En el español de nuestros días hay una pequeña diferencia: un volumen.es un ejemplar de un libro encuadernado, es decir, una obra puede estar escrita en varios volúmenes.

"Reanudar" y "reiniciar" no son sinónimos

El verbo reiniciar debe usarse para aludir al hecho de volver al principio de una actividad suspendida, mientras que el verbo reanudar es el adecuado para hablar de algo que vuelve a ponerse en marcha a partir del punto en el que se paró.
 
En la final del torneo de tenis de Wimbledon se suspendió el partido por causa de la lluvia; luego escampó y el partido se reanudó, no se reinició.

La Fundación del Español Urgente advierte de que los verbos reanudar y reiniciar no son sinónimos, aunque muchas veces los periodistas optan por este último sin tener en cuenta que para reiniciar algo es necesario volver al principio.

En situaciones como la de un partido de tenis u otra competición deportiva que sufre alguna interrupción, esta no se reinicia (no se vuelve a empezar), sino que se reanuda, es decir, que arranca desde el punto en el que se interrumpió, para llegar hasta el final.

Por eso la Fundéu BBVA, que trabaja con el asesoramiento de la Real Academia Española, avisa de que son incorrectas frases como: «El partido entre Federer y Nadal se interrumpió por la lluvia y más tarde se reinició»; «Un encuentro que marcó el reinicio del torneo tras la parada de casi un mes por las eliminatorias sudamericanas del Mundial de Sudáfrica 2010».

"Realizar", uso y abuso

Se ha detectado un uso incorrecto y un abuso del verbo realizar, que se utiliza en contextos que no le son apropiados y que desplaza, con ello, a otros verbos más adecuados.
Es habitual, pero incorrecto, decir que se realizan visitas o que se realiza un viaje. Las visitas y viajes se hacen o, simplemente, se viaja o se visita algo o a alguien. Lo apropiado sería, así, decir que «está programado visitar el Vaticano», y no que «está programado realizar una visita al Vaticano».

Las reuniones, conferencias, ruedas de prensa, concursos, elecciones, etc. tampoco se realizan; se celebran. Son inadecuadas, por tanto, expresiones como: «realizar la concentración de pretemporada» o «acordamos realizar reuniones iberoamericanas».

Téngase en cuenta, por último, que el español es rico en verbos de significado semejante a realizar, pero de matices distintos -ejecutar, llevar a cabo, efectuar, desarrollar, fabricar, elaborar, componer, confeccionar, construir, plantear, etc.-, y que con estos verbos pueden evitarse fácilmente las impropiedades y errores de frases como:  «el jugador que realizó las declaraciones», «el atleta realizó la quinta mejor marca» . Las propuestas, las declaraciones o las reflexiones se hacen, las marcas se consiguen, etc.

La Fundéu recomienda, por tanto, que no se abuse del verbo realizar y que no se emplee allí donde otro verbo, de significado más próximo al contexto, es el adecuado.

Origen de la palabra "mear"

Palabra derivada del latín vulgar meiare, del cual también procede el portugués mijar. Según diversos registros, entre ellos de Cicerón, Ulpiano y Plinio, los latinos también se referían al acto de orinar con la expresión urinam facere (literalmente, 'hacer orina). Los romanos de la época clásica usaban con el mismo significado el verbo mingere, del cual provienen las palabras castellanas micción y mingitorio y la portuguesa mictório 'mingitorio'.

"Radical, extremista y violento"

Se precisa que los términos radical, extremista y violento no son equivalentes, a pesar de que sus significados son similares.

El término radical designa a la 'persona que considera que su forma de actuar y sus ideas son las únicas correctas y desprecia las de los demás'; a su vez, extremista se refiere al 'partidario de unas ideas o actitudes extremas, especialmente en política' y violento es 'quien usa la fuerza física para dominar a otro o hacerle daño'.

A veces, estos términos se usan indistintamente, a causa de la cercanía de sus significados, pero conviene reconocer que cada una de estas palabras tiene connotaciones distintas.
En este sentido, hay que recordar como un individuo violento no tiene por qué ser extremista o radical, un radical tampoco utiliza necesariamente la violencia ni es obligatoriamente extremista, y un extremista puede ser o no radical y no tiene por qué ser violento.

La Fundéu, en consecuencia, reitera que radical, extremista y violento no son sinónimos, pues el significado de cada uno de ellos tiene connotaciones diferentes.

"Qué" y "quién", escritos con tilde

La Fundación del Español Urgente recuerda que qué y quién se escriben con tilde cuando son palabras interrogativas o exclamativas.

Qué y quién usados en sentido interrogativo o exclamativo no deben confundirse con que y quien escritos sin tilde porque tienen distinto significado.

Hay que tener en cuenta que estos pronombres son interrogativos cuando preguntan por la naturaleza, la cantidad, la calidad o la intensidad de algo («¿Qué opinas de las medidas que se van a tomar para solucionar la crisis?») o de alguien («¿Quién es el político actual con mejor imagen?»).

Ambos pronombres pueden ser interrogativos indirectos: «Aún no se sabe qué consecuencias tendrá el terremoto de Haití», «Me gustaría saber quién ganará las próximas elecciones».
Qué y quién también pueden tener carácter exclamativo cuando expresan sentimientos o reacciones acerca de algo («¡Qué día tan malo está haciendo!») o de alguien («¡Quién fuera millonario!»).

La Fundéu recomienda que se tenga en cuenta que cuando qué y quién sean interrogativos o exclamativos no debe olvidarse escribirlos con tilde.

"Provocar", uso y abuso

Se considera oportuno aconsejar que no se abuse del verbo provocar en detrimento de otros como causar, ocasionar, producir, originar, acarrear, motivar...

El verbo provocar es tan frecuente que ha desplazado casi por completo a otras formas de significado similar. Así, en ejemplos como «... la gravedad de los hechos provocará la expulsión del equipo... », «El segundo día más lluvioso del año provoca inundaciones y cortes...» o «La crisis provoca un menor gasto industrial», se podría haber optado por otras soluciones como: «... la gravedad de los hechos motivará la expulsión del equipo...», «El segundo día más lluvioso del año causa inundaciones y cortes...» o «La crisis ocasiona un menor gasto industrial».

Asimismo, la Fundéu precisa que, aunque debido al uso ya se consideran sinónimos, en un registro culto provocar y causar poseen matices diferentes: provocar, en su acepción más cercana a causar o producir, significa 'hacer que una cosa produzca otra como reacción o respuesta a ella'. Así, la frase «Dani provoca la sonrisa de Marta» sería correcta; no sucede lo mismo con esta otra frase: «Tenía heridas provocadas por los vidrios destrozados», donde lo adecuado hubiera sido utilizar el verbo «causar» (los vidrios no reaccionan causando heridas; son solo su causa).

Además, en Colombia, Venezuela y en otros países americanos se emplea provocar como sinónimo de apetecer: «Me provoca dar un paseo», «¿Le provoca un café?».

Origen de la palabra "cipayo"

Los cipayos eran soldados nativos de la India, de los siglos XVIII y XIX, que sirvieron a los ocupantes franceses, portugueses y británicos, sucesivamente. Su nombre, que fue incluido en el diccionario académico de 1869, proviene del persa sipahi 'jinete', tomado en primer lugar por los portugueses, que lo asimilaron en el siglo XVIII como sipay y lo trasmitieron al francés, lengua en la que adoptó la forma cipaye. La palabra cipayo viene del persa sipah, que significaba 'ejército, tropa', y procedía, a su vez, de spada, en avéstico, una antigua lengua indoeuropea que se hablaba en la parte septentrional de Persia. 

Los cipayos acabaron rebelándose contra la política colonialista británica en 1857, en un levantamiento sangriento denominado Rebelión de los cipayos, que se prolongó durante dos años; pero no por eso su nombre dejó de pasar a la historia como sinónimo de 'entreguista' , por su condición de soldados nativos que reprimían a sus connacionales por orden del invasor extranjero. 

Por esa razón, en América Latina es bastante común que los partidos de izquierda usen esa palabra para referirse a las oligarquías nativas a las que acusan de favorecer los intereses de potencias extranjeras, sobre todo de los Estados Unidos de América. Por extensión, adquirió también el sentido de 'persona que trabaja contra los intereses de su país al servicio de un poder extranjero. El sentido de esta segunda acepción es mucho más preciso que el de 'secuaz a sueldo' que le atribuye el diccionario académico. El el Corpus de Referencia del Español Actual (CREA) permite saber que la izquierda vasca abertzale llama 'cipayos' a los funcionarios españoles al servicio de la Corona.

Origen de la palabra "acólito"

En el castellano de hoy, 'acólito' es el monaguillo o ayudante del sacerdote que celebra algún servicio religioso. La palabra nos llegó del latín medieval acolytus, derivada del griego akholoutos 'seguidor' o, más propiamente, 'el que sigue el mismo camino conmigo'. El vocablo griego se formó mediante el prefijo a- 'juntos' y keleuthos 'senda', 'camino'. En Grecia, los akholoutos constituían una clase privilegiada de esclavos que se desempeñaban como acompañantes de sus amos, adondequiera que estos fuesen.

Origen de la palabra "sumaca"

Es una embarcación de vela, de dos palos, apta para navegar en aguas poco profundas, empleada en América Latina, hasta los primeros años del siglo pasado, para navegación de cabotaje. 

Corominas le atribuye como origen el neerlandés smak, que es el nombre de una cierta clase de vela, probablemente proveniente del bajo alemán smakke. Los únicos ocho casos que figuran de este vocablo en el Corpus diacrónico del español (Corde) de la Academia Española corresponden a un mismo documento: la novela Brenda (1894), del escritor uruguayo Eduardo Acevedo Díaz. 

Sin embargo, es preciso considerar la posibilidad de que el vocablo haya llegado al español del Uruguay a través del portugués brasilero sumaca, puesto que en Brasil también fue usado este tipo de embarcación y el portugués fue, durante la primera mitad del siglo XX, tan hablado como el español en el territorio donde se asienta hoy el Uruguay.
Veamos aquí uno de los casos de la novela citada:
...la sumaca pasó por allí como una saeta, evitando el escollo de la punta del Buceo...
Curiosamente, el vocablo no figura en el Diccionario del español del Uruguay (DEU), recientemente publicado, tal vez debido a que se consideran uruguayismos palabras que no aparecen en el DRAE, aunque sean ampliamente usadas en toda América, como ocurre también con 'macartismo' o 'latrodectosis', entre otras.

"Forajido"

El DRAE da del adjetivo “forajido” la siguiente definición:  “Dicho de una persona: Delincuente que anda fuera de poblado, huyendo de la justicia (…)”. Esta definición es demasiado escueta e imprecisa; en ella se dice que se trata de  un delincuente que anda en despoblado, huyendo de la justicia,  pero no aclara si el “forajido” comete sus delitos también en despoblado, o en lugares poblados y luego huye a zonas  despobladas, seguramente al campo, donde se supone que es más fácil escapar de la justicia. ¿Equivaldrá “forajido” al clásico “asaltante de camino”?

No obstante tal imprecisión, otros diccionarios la repiten,  con ligeras variantes. El “Diccionario CLAVE”, por ejemplo, dice: “forajido. Referido a una persona, que comete delitos y vive fuera de los lugares poblados huyendo de la  justicia (…)”. En el “Diccionario de uso del español de América  y España VOX” leemos: “persona que vive fuera de la ley y  alejado de lugares poblados,  huyendo continuamente de la justicia (…)”. El “Diccionario del español actual” de M.  Seco, O. Andrés y G.  Ramos” repite en lo esencial  aquellas definiciones, aunque suprime que el malhechor  vive en despoblado: “Persona malhechora huida de la justicia. A veces usado como insulto (…)”. El “Diccionario Anaya de la lengua” también incurre en la misma imprecisión:  “Se aplica a la persona que vive al margen de la ley y alejado  de lugares poblados, huyendo continuamente de la justicia”.

Según estas definiciones “forajido” sería sinónimo de “fugitivo”, descrito como persona “Que anda huyendo y escondiéndose. (…)” (DRAE). Aunque la definición no lo dice, se sobreentiende que el “fugitivo” huye porque ha cometido un delito o falta, independientemente de que lo  haya hecho en lugar poblado o despoblado.

Ampliando semánticamente el vocablo, suele aplicarse “forajido” no sólo a personas, sino también a ciertas entidades públicas. Con alguna frecuencia se dice, por ejemplo, de un país determinado que es “un estado forajido”.

En Venezuela “forajido” tiene un uso más  amplio, pues aquí aplicamos este término a cualquier tipo de delincuente, sin tomar en cuenta si vive en despoblado para huir más fácilmente de la persecución policial

"Bellaco"

El DRAE define el adjetivo “bellaco” como “Malo, pícaro, ruin. (…) ||2. Astuto, sagaz (…)”. Igualmente registra que en México  “bellaco” es,  “Dicho de una caballería: difícil de gobernar”. Aunque el  DRAE  no lo diga, igual  significado  tiene también en Venezuela: “Tenga cuidado, que ese caballo  es muy bellaco”; “Le puedo prestar una mula, pero es muy  bellaca”.

El DRAE registra también el sustantivo “bellaquería” y el  verbo “bellaquear”.

El “Diccionario CLAVE” señala igualmente que “bellaco es,  referido a una persona o a su comportamiento, malo y despreciable en cualquier aspecto”.

El “Diccionario de uso del español de América y España VOX” amplía y precisa la definición: “(…) Que es malo moralmente y ruin; en  especial, que comete delitos: poca valentía demuestran los bellacos que, cual cazadores  furtivos, asesinan a ancianos por la espalda, tienden cebos  explosivos  junto a niños y rematan a las madres en presencia de sus  criaturas; mentir como un bellaco”.

El “Diccionario del español actual”, de M. Seco,  O. Andrés y G. Ramos agrega, a los significados ya vistos los de bribón y mentiroso o embustero, este  último referido especialmente a la frase frecuente “mentir como un bellaco”.

En el monumental “Diccionario de uso del español” de doña María Moliner se dice que “bellaco” equivale a “Astuto o taimado. Pícaro”.

Finalmente en el “Diccionario Anaya de la lengua” se dice que la palabra “bellaco” se refiere “a la persona que es despreciable  porque actúa con maldad y falta de honradez”, y da como sus  sinónimos a “bribón” y “malvado”. Registra, además, como  usual en Ecuador y Panamá el significado de “Valiente”. “Bribón", por su parte, es “haragán” y “pícaro” (DRAE). Pero es de advertir, como ya lo hice en un artículo reciente, que en  Venezuela el adjetivo “pícaro” no siempre es peyorativo, y frecuentemente lo usamos mas bien como una expresión de  gracia y simpatía para referirnos a las travesuras e ingeniosidades de ciertas personas.

Como se ve, todas estas definiciones son bastante  coincidentes. Y aunque ninguno lo da como tal, el uso de  “bellaco”, al menos en nuestro país, tiene un carácter coloquial o familiar.

“Bellaco” es palabra de origen incierto

Origen de la palabra "payaso"

Uno de los personajes tradicionales de la commedia italiana era una especie de bufón, vestido con ropas estrafalarias confeccionadas con la misma tela burda que se usaba para recubrir los colchones de paja. Por esa razón, se le llamó pagliaccio, palabra formada a partir del italiano paglia 'paja', derivado del latín paleae, palearum.
 
En francés, en la segunda mitad del siglo XVIII, se llamaba a este personaje paillasse, una antigua palabra que desde hacía cinco siglos significaba "bolsa de paja". 

En castellano, la palabra payaso aparece registrada en 1884, en un poema de Manuel Breton de los Herreros:
Otro con importunas contorsiones
Cual payaso en grotesca pantomima
Piensa mover del pueblo las pasiones.
Pero ya figuraba en el Diccionario de la Academia en su edición de 1817, como «el que en los volatines y fiestas semejantes hace el papel de gracioso, con ademanes, trages y gestos ridículos».